De Buenos Aires a Belgrado
Este mes (esta semana, de hecho) se cumplen tres años de un viaje a Europa que hice junto a dos grandes amigos. Fue importante por dos razones: era la primera vez que salía del país, y estaba por cumplir uno de mis sueños: viajar a Belgrado a conocer el club Estrella Roja, algo que quería realizar desde hace muchos años. Por eso, y para todos ustedes, voy a contar como es que terminé yendo (y llevando conmigo a mis compañeros) a un lugar recóndito por un equipo de fútbol y como ahí conocí a uno de mis mejores amigos.
Sí. Me fui al culo del mundo por un club de fútbol. Soy hincha de River desde chiquito, pero desde hace unos 15 años empecé a seguir también al Crvena Zvezda, más conocido como Estrella Roja, el equipo más grande de Europa del Este. ¿Por qué? Realmente, no sé. Me gustó el nombre, los colores, la historia... y desde ahí fui siguiendo los resultados y las novedades. Por esas cosas de la vida (léase soy mufa), agarré una de las peores etapas de la historia del club pero igual le hacía el aguante, y siempre que podía veía los partidos por internet.
Campeón de Europa, viejo. |
Tirando facha en Budapest. |
Llegar a Belgrado no fue para nada fácil. Digamos que nos estábamos metiendo en un país un poco desconectado de lo que era Europa Occidental, a tal punto que el ticket de tren global que teníamos no corría, por lo que dependíamos de sacar pasaje allá, que terminamos consiguiendo por 15 euros cada uno. El mismo, obviamente, escrito a mano.
La foto peor sacada de la historia. |
El viaje en tren nocturno hacia Serbia fue, realmente, un delirio por momentos con tintes surrealistas. En un tren de solo cuatro vagones, al rato de haber salido se corta la luz. Desesperados salimos de nuestro compartimiento para ver qué pasaba, y en eso, una señora nos mira y nos dice "este tren no va a Belgrado". Nuestras caras se pusieron blancas como sotana del Ku Klux Klan(?). Si este tren no iba a Belgrado... ¿a dónde iba? Estábamos básicamente en el medio de la nada. Terror absoluto.
Luego de dar vueltas y vueltas con nuestras pesadas mochilas a cuestas, nos dicen que lo que no iba a Belgrado eran los dos primeros vagones, los otros sí. Ya aliviados (pero todavía un poco cagados en las patas) nos fuimos hacia los vagones del final. Creo que en total debía haber 20 personas en este tren. Al rato nos fuimos a un compartimiento en el que había un tipo, bastante rato. Cuando le dijimos que éramos de Argentina, nos dijo "Argentina... Eva Perón", haciendo la "V" con su mano derecha. Un delirio, ya lo dije más arriba.
En el borde entre Hungría y Serbia, en Kelebia, tuvimos el primer control de pasaporte heavy del viaje. Tipos armados, con caras de pocas pulgas que un poco más nos revisan hasta los órganos. Por suerte, no pasó nada extraño (no había razón para que no fuera así). Finalmente quedamos los tres solos en el compartimiento. Tratamos de dormir un poco, pero el tren se movía como una coctelera así que fue imposible. Luego de varias horas y de otro control de pasaporte, llegamos finalmente a Belgrado.
Hay un antiguo proverbio(?) que dice que cuanto más al Este te vas de Europa, más choto se pone el asunto. La estación de Belgrado parecía perdida en el tiempo, estancada en algún lugar de principios de los 90. Los monitores eran esos con letras naranja viejísimos y las impresores de punto.
Eran recién las 7 de la mañana. Sacamos el pasaje a Zagreb (Croacia, nuestro próximo destino) y empezamos a buscar la manera de ir al hostel. Según las instrucciones había que tomar el tranvía ramal Kalemegdan. No teníamos ni la más mínima idea cuál era y mucho menos como había que pagarlo. Nadie nos daba una respuesta... porque prácticamente no hablaban en inglés.
Finalmente conseguimos un taxi que nos llevó hasta el hostel. El tipo iba tosiendo la vida misma, pensábamos que se moría ahí mismo. También tuvo una reacción interesante cuando le dijimos que éramos de Argentina. Aunque en vez de Eva Perón... nos dijo "mafia". Sí, eso.
Al hostel llegamos tipo 8. El serbio que nos atendió, por la cara, indicaba que se había ido a dormir hacía exactamente 5 minutos, luego de una noche de juerga. Nos dejó pasar al salón de usos múltiples, con la orden de no quedarnos dormidos. Nuestra habitación iba a estar lista recién a las 10.
Esto teníamos al lado de nuestro hostel. |
No sabíamos que hacer para matar el tiempo. Yo entraba a Facebook pero en nuestro país eran las 4 de la mañana y no había nadie en ningún lado para charlar. Esperamos y esperamos... hasta que a las 10 finalmente el tipo nos dejó ir a la habitación. Peeeeeeero no íbamos a tener tiempo de dormir absolutamente nada. ¿Por qué? Porque llegó mi amigo, el serbio Darko.
A Darko lo conocí unos años antes a través de algunos foros y sitios del Estrella Roja. Al igual que yo, él estaba muy interesado en el fútbol argentino. De ahí empezamos a charlar y pegamos buena onda. Cuando le dije que nuestro plan era ir a Belgrado, se ofreció a servirnos de guía para llegar al club. Lo que terminó haciendo por nosotros, fue impresionante.
Cayó el hostel a la hora que había prometido, ¡y nos recibió con tres inolvidables sanguches de carne! Nos contó que pidió especialmente "la mejor carne para mis amigos argentinos". Esos sanguches nos devolvieron la vida al cuerpo, y nos dieron las fuerzas que no pudimos recuperar por la falta de sueño. Así, sin dormir y con solo eso de comida... empezamos el día.
Darko nos iba diciendo que tenía una sorpresa preparada para nosotros. Yo estaba muy entusiasmado por estar ahí, yendo a cumplir mi sueño, a poner un pie en ese lugar que tanto quería visitar. El momento de la llegada fue sumamente emocionante. ¡Estaba ahí! ¡No lo podía creer! Ya para mí eso era suficiente, había cumplido con mi cometido. Pero nuestro amigo serbio tenía un as bajo la manga.
En eso, aparece un empleado del club, uno de los más grossos. Nos saluda muy contento y nos explica que él venía hablando con Darko de antemano, y estaban todos un poco revolucionados por estos "tres argentinos que quería venir a conocer el club" y por eso vino a recibirnos especialmente. Ligamos regalos y muchas palabras realmente muy lindas de parte de ellos. Yo estaba viviendo el momento a pleno, y mis amigos, a quienes arrastré conmigo hacia esa locura, ya estaban también muy emocionados por lo que nos estaba pasando.
El tipo, Marko, nos va llevando hacia el túnel de entrada al estadio. Nos va contando algunas historias del club y nos hace pasar por el túnel... directamente hacia la cancha, algo que de otra manera es imposible lograr. Estábamos adentro, ahí parados. Entre las tribunas, a metros del césped del campo de juego. ¡Un lujo! En eso, de la nada, Marko nos dice que se tiene que ir... "el club es suyo, hagan lo que quieran", y se fue. Podríamos haber ido a afanar la caja chica(?) pero nos quedamos sacando fotos y grabando videos, sin poder creer todavía dónde estábamos.
Es el día de hoy que yo pienso en ese momento y no lo puedo creer. Estuve ahí, cumplí ese sueño de tantos años y esa manera especial. Inolvidable.
Luego de varias horas más recorriendo la ciudad con Darko como guía e historiador, nos despedimos con un fuerte abrazo, promesa de vernos nuevamente y eternamente agradecidos con este pibe que sin conocernos, se vino de lejos (no vive en Belgrado), nos recibió y dedicó tiempo de su vida especialmente para que nuestra estadía en la ciudad sea para el recuerdo. ¿Cuánta gente hace algo así?
Ya de vuelta en Buenos Aires, seguimos el contacto permanentemente. Obvio, yo seguía siguiendo al club como un hincha más. Y casi tres años después de nuestra visita, Darko llegaba a Buenos Aires. Y, por supuesto, le devolvimos el favor, como se merecía. Lo llevamos por todos lados (cancha de Boca y River incluídas) y le hicimos pasar unas vacaciones que, esperamos, nunca se olvide.
Llevando la hermandad por todo el mundo. |
Para terminar este post, les dejo un video que hicimos justamente en estos días, como homenaje a esta amistad que unió a cuatro personas tan lejanas entre sí.
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