La pelota siempre al diez
Este post marca el inicio de
Expreso a Neptuno año II. La idea es seguir ofreciendo cuatro publicaciones
mensuales, con el mismo entusiasmo de siempre. Y quizá agregar alguna sorpresa.
Aprovecho para agradecer en nombre de todos los que escribimos acá por el
aguante. Los dejo con el tema que nos compete.
Si te gusta el futbol, y naciste
como yo en la década del ’80, seguramente recordás con cariño la segunda mitad
de la década del ’90 y el principio del siglo XXI. Fue en esa época, siendo un
niño, cuando forjé mi gusto futbolístico. Siempre ligado al buen juego, la
gambeta, el ataque, esos pases entre líneas, en definitiva, la magia. Todas
esas características venían acompañadas siempre por el número 10 en la espalda,
ese que hacía poco había dejado vacante EL DIEZ, el Diego, que todavía gastaba
sus últimos cartuchos en Boca, pero que ya no era el mismo. El que supieron
vestir cracks como el Beto Alonso, Bochini o Rubén Paz.
Y en este punto es donde el
lector puede tacharme de nostálgico, pero para mí, acá en nuestro país, se
jugaba mucho mejor al fútbol en ese período, y eso tiene una razón, todos (o
casi) los equipos jugaban con enganche, la figura del 10 todavía era sagrada, y
siempre era el que hacía jugar, el que tocaba e iba a buscar, el que imprimía
la pausa necesaria, el que hacía golazos, pero también y con mayor frecuencia el
que asistía a los delanteros.
Hoy por hoy es común ver equipos
que jueguen con doble 5 prescindiendo del enlace, centrados más en la
disciplina táctica, que en el buen juego. No voy a negar que eso también ocurriera
hace veinte años atrás, pero era en muchísima menor medida que hoy. Otra cosa que
sucedió con el paso del tiempo es que tanto público como DTs empezaron a
exigirle a los habilidosos, que en otro momento tenían libertad para crear,
cierto compromiso a la hora de volver y marcar, básicamente se les pide que
corran y realicen mayor desgaste físico, con lo cual dejan de lado su función
primordial, y muchas veces se ven relegados a la posición de mediocampistas por
los costados, sin tener el oficio de tales.
Desde hace unos años ha nacido
una nueva posición que en el pasado no existía y que también ayudó a desterrar
la figura del enganche, me refiero al media punta. Ese híbrido entre
mediocampista ofensivo y delantero tirado atrás. La mayoría de los cracks de
hoy entran en esta definición, tal es el caso de Lionel Messi (que lleva la 10
tanto en el Barcelona como en la Selección Argentina). Suelen ser muy desequilibrantes
individualmente y ganan partidos con frecuencia, pero no cumplen la función de
hacer jugar a todo el equipo.
Como dije al principio, entre
mediados y fines de los ’90 todos los equipos jugaban con enganche. Basta citar
algunos ejemplos para probar esta afirmación. En River la diez en pocos años
pasó de Ariel Ortega, explosivo y con un quiebre de cintura endiablado, a
Marcelo Gallardo, más cerebral y con una pegada exquisita, para luego terminar
el siglo XX en la espalda de Pablo Aimar, vertical y encarador. También la tuvo
Andrés D’Alessandro, zurdo y pisador.
Boca Juniors, por su parte, no se
quedaba atrás, con los veteranos Diego Maradona (no hace falta agregar nada) y
Alberto Márcico (que también la rompería antes de retirarse en Gimnasia y Esgrima
de la Plata), y posteriormente Juan Román Riquelme, un jugador de altísimo
nivel, probablemente uno de los más importantes del club de la ribera, de gran
pegada, pase y panorama.
San Lorenzo tuvo grosos como
Néstor Gorosito, el brasileño Paulo Silas, Juan José Borrelli, Leo Rodríguez o
el Beto Ortega Sánchez, y posteriormente a Leandro Romagnoli. Racing por su
parte contó con el Mago Capria (nacido en Estudiantes LP), un gran conductor,
dueño de una pegada prodigiosa, con Matute Morales (que cruzó de vereda, dado
que previamente había militado en el rojo) y con Sixto Peralta (uno nacido en
el club de La Quema). Por otro lado, Independiente tuvo a Daniel Garnero, a
Daniel Montenegro (salido de Huracán y con paso por River) y a Federico Insúa (salido
de Argentinos Jrs. y que posteriormente jugaría también en Boca y Vélez).
Pero no solo los equipos grandes
tenían jugadores habilidosos de gran calibre, sino que los equipos chicos
también estaban bien provistos: Hugo Morales (Huracán, Lanús), Carlos Morales
Santos (Gimnasia y Esgrima de Jujuy, Colón), Guido Alvarenga (Mandiyú,
Banfield), Mariano Dalla Libera (Platense), Marcelo Espina (Platense), Leonardo
Mas (Argentinos Jrs.), Ariel Ibagaza (Lanús), Raúl Chaparro (Ferro), Darío
Cabrol (Unión), Omar Palma (Rosario Central), Pablo Sánchez (Rosario Central),
Luis Sosa (Huracán de Corrientes, Belgrano de Córdoba), Nelson Agoglia (Colón,
Estudiantes), Mariano Messera (Gimnasia y Esgrima de La Plata), Damián Manso
(Newell’s), entre muchos otros.
Estos son solo algunos,
seguramente el lector tendrá sus preferidos, y observará más de un injusto
olvido. Son los responsables de la magia, las figuritas que siempre querías
tener de chico, los ídolos. Después de este fértil período siguió habiendo
enganches, pero su número empezó a descender de a poco, hasta llegar al estado
actual. Por supuesto que no estoy diciendo que ya no existan, pero quedan
pocos, al menos en comparación.
Los tiempos cambiaron y el fútbol
cambió con ellos, ahora se juega diferente. Sin embargo, yo no puedo olvidarme
de aquellos buenos tiempos. Será que lo que uno aprende de chico es imposible
de olvidar, y yo aprendí que al fútbol se juega con un enlace con la 10 en la
espalda y la pelota debajo de la suela.
0 comentarios