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Viedma

11:51 p.m. Unknown 0 Comentarios Categoría :


Un jueves más nos encuentra en Expreso a Neptuno. Esta semana hago un parate con los post sobre por qué todos deberían ir a Uruguay que es un país muy genial para compartir un texto breve. Espero les guste.

Estaba parado a los pies de la cama, con una mano tapaba su boca, con la otra se abrazaba la panza. Seguía sin poder ver con el ojo izquierdo, la inflamación tardaba más en bajar de lo que el médico le había dicho. Mientras, la miraba a Vicky, acostada, con una de esas batas que si estás parado se te ve el culo y la sábana de hospital cubriéndole hasta el pecho. Se pregunta si ella lo verá, cómo la acompaña, cómo duerme cada noche en la silla con la cabeza al lado de sus pies. Piensa si esos ojos verdes tendrán alguna especie de súper poder, si ven a través de los párpados cerrados. Piensa si para poder ayudar a que vea hará falta que le ponga sus lentes. Piensa y los ojos se le van llenando de lágrimas de a poco, al menos lo nota en el ojo que siente. Quisiera poder caminar bien, así podría dejar un surco en el costado de la cama. Pero no puede, y eso vuelve todo más difícil. Ya le dio tantas vueltas al asunto y, sin embargo, no puede dejar de sentirse culpable. En el hospital le ofrecieron apoyo psicológico. Pero dijo que no era el momento, que cuando Vicky se despertara lo iban a hacer juntos. Porque Vicky se iba a despertar. Iban a volver a subirse al Renault 18, con la mochila térmica para que los sanguches se mantuvieran frescos hasta que el mediodía los agarre en la ruta. Con el termo de té para acompañar las medialunas del desayuno. Así podrían llegar a Viedma antes de que baje el sol. Cuando Vicky se despertara iban a volver a visitar la costanera, la playa de La Boca, a comer el asado de su viejo en el parque trasero de la casa.
Todavía no había podido hablar con nadie, apenas si habían pasado diez días, pensaba excusándose. Vicky seguía dormida, y él seguía mirándola, ahora ya sintiendo las lágrimas en sus dos ojos. Un día le pareció que Vicky había esbozado una sonrisa. Después dejó de dormir, se mantenía con los ojos fijos en la cara, no se iba a permitir perderse ningún detalle. Pasaron dos días más y no podía notar nada, ni los huequitos que se hacían en los cachetes cuando se reía, ni las líneas de la frente cuando levantaba las cejas. Pensó que tal vez todavía no iba a despertarse. Pero igual seguía sin dormir, mirándola todo el tiempo.
Cada vez que llegaba el médico le pasaba el reporte, le decía lo que había visto, percibido. El médico notaba su aspecto desmejorado, le recomendó descansar y cómo sabía que no lo iba a escuchar le sumó una nueva pastilla a su cóctel de anti inflamatorios. Así fue como se despertó a la madrugada, con el sonido del pitido cercano, con la mano del médico en su hombro, con el auto yéndose de Viedma, viendo a Vicky parada en la orilla por el espejo retrovisor.

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