Grandes Misterios Jamás Resueltos Parte 2: El Hombre de Somerton
1ro de diciembre de 1948, Adelaida, Australia. A las 6.30 de la mañana, la policía local recibe un llamado alertando de la aparición de un cuerpo inerte en la playa Somerton. Al llegar, los agentes se encontraron con una escena macabra. Un hombre vestido de saco y corbata recostado sobre una piedra. Estaba muerto. Y al día de hoy nadie sabe quién es ni qué le pasó...
La escena del "crimen"
La cabeza del hombre yacía sobre las piedras y sus piernas se entrelazaban, como si estuviese durmiendo plácidamente. De pelo rubio y alta estatura, estaba vestido lujosamente y aparentaba unos 45 años de edad. Detrás de una de sus oreja, un cigarrillo sin fumar. En sus bolsillos había un pasaje de micro con destino a una ciudad cercana, un paquete de chicles, un peine, un paquete de cigarrilos de una marca pero que contenía de otra marca y una caja de fósforos. El primer vistazo al cuerpo no mostraba signos de violencia ni golpes. ¿Y sus documentos de identidad? No había ninguno. ¿Quién era? ¿Qué le pasó?
La investigación
Inmediatamente la policía local puso manos a la obra para determinar qué le había sucedido al este cadáver desconocido. Primero reunieron declaraciones de testigos y fueron bastante elocuentes. Un hombre dijo que había visto la noche anterior a una persona parecida, cerca de ese mismo lugar. Una pareja, también, indicó haber visto a alguien similar cuando caía la tarde, moviéndose de forma errática, quedándose totalmente quieto durante unos minutos en el mismo lugar. El último testigo en dar testimonio, declaró que lo había observado en la misma posición en la que fue encontrado al día siguiente. Todo apuntaba a un accidente de un tipo borracho o algo similar.
La autopsia posterior reveló que había muerto alrededor de las 2 de la mañana y dio una serie de conclusiones rutilantes para el caso: debido al estado en que se encontraron sus órganos durante la misma (estómago y riñones extremadamente congestionados, sangre en enormes cantidades tanto en el estómago como en su hígado, hemorragía gástrica aguda, etc)(?), no quedaban dudas: el hombre de Somerton aparentemente había sido... ¡envenenado! Uno de los patólogos del caso, el Dr. Dwyer, sostenía que la muerte del sujeto no fue natural sino intencional. Si bien se encontraron restos de comida en su organismo (ingerida unas 3 o 4 horas antes del deceso), la misma no contenía ninguna sustancia extraña. ¿Entonces?
Las conjeturas empezaron a tejerse entre los investigadores y los medios de Australia, y hasta Scotland Yard fue contactado para colaborar con el caso. Se empezó a decir que tal vez los testigos no vieron al mismo hombre exacto sino a uno parecido (o sea, una casualidad), especulando con que la verdadera víctima había sido envenenada con alguna sustancia novedosa e imposible de detectar y una vez muerto su cuerpo fue arrojado a la playa.
Fue la investigación del forense Thomas Erskine Cleland la que dio más fuerza a esta teoría. Descubrió que los zapatos del hombre estaban extremadamente limpios y recién lustrados, indicando que era muy poco probable que hubiese estado deambulando por la playa durante varias horas. Además, la falta de evidencias de vómitos (uno de los principales efectos del envenamiento) por el lugar donde fue encontrando, no hacía más que dar más credibilidad al hecho. ¿Pero había venenos imposibles de detectar? Aparentemente sí, según algunos científicos ciertas drogas en tan sólo una pequeña dosis podría ser increíblemente mortal, sin dejar lugar a ser rastreadas dentro del organismo. Algo igualmente no cerraba...
Un mes después, en enero de 1949, se encontró en la estación de trenes de Adelaida un maletín con su etiqueta de identificación arrancada. Según los registros, la valija había sido guardada alrededor de las 11 de la mañana del 30 de noviembre anterior. Dentro del mismo encontraron una bata, pantuflas, ropa interior, un par de pantalones sucios con arena, un destornillador, una tijera y un cuchillo de cocina. Lo que más llamó la atención (más que el cuchillo, sí), fue un ovillo de hilo color naranja, que coincidía con el usado en el pantalón que llevaba el hombre de Somerton. Cabe destacar que este tipo de hilo era bastante caro y difícil de conseguir en Australia. Tampoco encontraron allí ninguna clase de identificación.
Al examinar los registros, la policía especuló que el hombre había venido desde alguna ciudad cercana en viaje durante la noche y una vez llegado compró el pasaje que fue encontrado con el cuerpo. Evidentemente por algún motivo, tuvo que dejar sus pertenencias en la estación e ir a otro lugar, lo que impidió que llegara a tiempo a tomar el tren.
El contenido del maletín había dado un poco más de luz a la investigación, pero seguía sin haber pistas sobre la identidad y, especialmente, sobre qué le había sucedido.
Taman Shud
Ahora el caso toma un giro bastante más copado. Unos días después, en uno de los bolsillos del pantalón del cadáver encontraron un papel con la frase "taman shud", que, aparentemente, significa "terminado" o "finalizado". El papel había sido arrancado de la última página de un libro llamado "El Rubaiyat" de un tal Omar Khayyan (?). una edición aparentemente muy rara, que trata sobre vivir la vida al máximo sin importar nada y no tener ningún arrepentimiento de lo que uno haga. Genial, ¿no?
Bien, resulta que luego de divulgar una foto del papel en los diarios, un hombre se acercó a la policía revelando que había encontrado una copia de ese libro en el asiento trasero de su auto (!) que estaba estacionado por la playa de Somerton, una semana antes del descubrimiento del cuerpo. Y sí, el "taman shud" había sido arrancado de ese mismo libro que encontró el señor en su auto.
El misterio no terminaba ahí, porque dentro del libro encontraron escritas a mano cinco líneas de texto, con letras mezcladas como una especie de código:
A pesar de años de quemarse el cerebro tratando de descubrir el significado, no se sabe qué dice ahí, si es que realmente dice algo. Tal vez sean simplemente garabatos.
Ahora bien, dentro del mismo libro lo otro que llamó la atención fue un número de teléfono. El mismo correspondía a una enfermera que vivía a unos 400 metros del lugar donde encontraron el cadáver. Los investigadores se pusieron en contacto inmediatamente.
La mujer indicó que durante su servicio en la Segunda Guerra Mundial, había adquirido una copia del libro "El Rubaiyat", aunque en 1945 se lo regaló a un Teniente del Ejército Australiano llamado Alfred Boxall. Según contó esta mujer, Boxall había quedado perdidamente enamorado y la buscó por todos lados, y ella finalmente se mudó a otra ciudad y allí se casó, dejando a Boxall fuera de contacto, aunque para 1948 varios vecinos le comentaron que un hombre había estado por el vecindario preguntando por ella. ¿Era el romántico(?) de Alfred? Los investigadores decidieron llevar a la mujer a una ronda de identificación del cuerpo, a ver si podría ser en efecto Boxall. Dicen que al verlo, ella simplemente desvió la mirada y se fue, sin decir palabra.
Pero no, Boxall estaba vivo, porque fue encontrado días después y con su copia de "El Rubaiyat" todavía en su poder...
Pero no, Boxall estaba vivo, porque fue encontrado días después y con su copia de "El Rubaiyat" todavía en su poder...
¿Y en qué quedamos?
En nada. Nadie sabe quién era este hombre o qué carajos le pasó. Todos los intentos de reconocerlo y ponerle un nombre fueron un fracaso rotundo. Algunos igualmente especulan con que realmente la mujer y Boxall estaban involucrados en el caso, teorizando que el hombre de Somerton era un espía militar que había sido envenenado por orden del propio Boxall, por alguna razón que, obviamente, permanecería como top secret.
Hasta siempre, hombre de Somerton. Que la Fuerza te acompañe.
Hasta siempre, hombre de Somerton. Que la Fuerza te acompañe.
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