Placer sin igual
Puede empezar como cualquier otra cosa. Una recomendación, una búsqueda libre por internet, los misterios del random, o esos algoritmos que casi nunca nos conocen.
Lo mejor es no tener grandes expectativas, aunque a veces es inevitable.
Quizá pasen dos, diez o mil y no ocurra nada, pero cuando llega la indicada lo sabes inmediatamente.
Podes estar distraído o concentrado, haciendo otra cosa, por esa falta de interés propia de estos tiempos, o por la constante demanda de multitasking. Sin embargo, solo hace falta una señal en el sentido correcto para que vuelques toda tu atención, y comprometas todos tus sentidos.
Es probable que lo estés esperando, o que simplemente te sorprenda. Y si bien sabes que lo importante es la búsqueda, el hallazgo es siempre algo mágico.
Ese momento tan especial a veces irrumpe como un tornado para llevarse todo por delante y que nada vuelva a ser lo mismo, pero en otras ocasiones empieza pasando casi desapercibido y va creciendo muy lentamente hasta que lo toma todo.
Provoca gran variedad de reacciones, una electricidad que comienza en los pies y se va trasladando como un dulce hormigueo hacia el resto del cuerpo, al tiempo que los ojos se cierran como si tuvieran vida propia, la piel de gallina emerge y una inevitable sonrisa se dibuja en el rostro.
De ahí en más, todo es incierto. Puede que nunca te la vuelvas a encontrar. Puede que luego de una prolongada ausencia, el azar quiera que te la cruces, disparando todo tipo de deja vus sensoriales. O simplemente puede que nunca más se separen, y se vuelva parte importante de tu cotidianidad.
Sea el caso que sea, vos y yo sabemos, del placer sin igual que tiene escuchar por primera vez una gran canción.
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