Tipos que merecen ser leyenda Vol. 1: Joe Meek y su máquina para escuchar muertos
En el año 1965 Joe Meek, hasta
entonces uno de los productores discográficos más vanguardistas de Inglaterra,
instaló en el patio trasero de su casa una consola de sonido. Su objetivo era
comprobar una teoría: captando la frecuencia correcta, la maquina iba a poder
grabar las voces de los muertos que llegaban desde el más allá.
Esta fue solo una de las tantas “excentricidades” -a.k.a. rayes- que tuvo este hombre en su paso por éste mundo De hecho, la vida de este tipo es tan interesante que es difícil entender por qué no se convirtió en leyenda.
Esta fue solo una de las tantas “excentricidades” -a.k.a. rayes- que tuvo este hombre en su paso por éste mundo De hecho, la vida de este tipo es tan interesante que es difícil entender por qué no se convirtió en leyenda.
PARLANTE DEL NUEVO MUNDO
El sonido de Meek se adelantó 20 años a la
música electrónica (en tu cara Giorgio Modorer)
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DEPRESIÓN Y LOCURA EN LONDRES
A mediados de los ‘60s las
particularidades de la personalidad de Meek empezaron a acentuarse. Se volvió
paranoico, creía que Decca Reords le había puesto micrófonos en su casa para
espiarlo y robarle sus ideas. En ese mambo llego a mandar a la mierda al mismísimo
Phil Spector, uno de los tipos más jodidos de esa época, acusándolo de ladrón.
También se obsesionó con la vida
después de la muerte. Llenó su casa de cintas con grabaciones en las que se podían
oír maullidos de gatos y ladridos de perros, y que según él eran las voces de
los muertos pidiendo ayudas. Además aseguraba que Buddy Holly venía a visitarlo
en sus sueños, trayendo mensajes desde el más allá.
Aunque hoy en día suene a algo sacado de "El
Profesor Patagónico", para su época Telstarfue un
pródigio del sonido
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A este coctel se sumaron los
problemas financieros. En una serie de pifies importantes rechazó contratar a futura
estrellas cómo Rod Stewart y David Bowie e incluso aconsejó a
Brian Epstein que no contratase a los Beatles, porque no eran más que “unos
pibes ruidosos”. Parece que el Gurú del sonido no supo ver lo que se venía y
esa falta de visión provocó el sello se viniera a pique. Llevaba más de dos
años si sacar un disco que fuese un hit y para colmo había recibido una demanda
de un francés que decía que “Telstar”, una canción que compuso para Los
Tornados, era un plagio. Esto fue un golpe importante al bolsillo si se
tiene en cuenta que no pudo cobrar regalías por un disco que llegó a vender más
de 5 millones de copias en todo el mundo.
Esa serie de trompadas de la vida en medio de la cara hizo que cayera en un profundo pozo depresivo. Y si hay dos cosas que cuando se combinan jamás terminan bien son la locura y la depresión.
CUANDO ALGUIEN SE MUERE DE GOLPE SON TODOS FANÁTICOS...
El final su vida fue tan ruidoso y particular cómo los discos que producía. El 3 de Febrero del año 1967 un Meek de 37 años desempolvó una vieja escopeta que tenía guardada abajo de la cama. Se la había confiscado al bajista de Los Tornados, porque le parecía aborrecible su práctica de salir a dispararle a los pájaros en los ratos libres entre sesiones de grabación. Le cargó balas, caminó hasta la cocina y le disparó a su ama de llaves, matándola en el acto. Después apuntó la escopeta contra sí mismo y se suicidó.
Como suele pasar, años después de su muerte Meek tuvo mayor reconocimiento. Se creó un premio con su nombre destinado a reconocer a los productores sobresalientes - fue ganado por tipos cómo Brian Eno- e incluso figuró en algunos rankings cómo uno de los mejores productores de la historia.
Pero por alguna razón jamás tuvo el reconocimiento popular que tuvieron algunos de sus contemporáneos cómo Spector, Oldham o George Martin. Probablemente sea porque, a diferencia de ellos, él tomó la decisión de no trabajar con las bandas inglesas que terminarían por conquistar el mundo en la década del ‘60. Al parecer Joe Meek estuvo en el lugar indicado en el momento indicado, pero lo que escuchó en su nuevo mundo provocó que hiciese oídos sordos a lo que estaba pasando en éste.
FIRMA: Alcalde Goldie Wilson
(me gusta ese título)
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