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Carpe Momentum

12:14 a.m. santi varde 0 Comentarios Categoría : , , , , , , , , ,


Hace unos días fui al recital que dieron The Lumineers en Niceto. Una de las cosas que me llamó mucho la atención fue que, al comenzar una de sus canciones más conocidas, más de la mitad del público levantó sus celulares de forma automática para grabarlos y no los bajaron ni siquiera cuando el cantante de la banda cortó la introducción del tema para decir textualmente “Please guys, put your cellphones down”.
Esta no fue la primera y sé que no va a ser la última vez que pasa algo así. Sea cual sea el evento, las cámaras ocupan un lugar central, al punto que las personas eligen ver su canción favorita a través de una pantallita con tal de lograr guardarla para la posteridad.

Nuestra generación está obsesionada con las imágenes y el registro, eso es una observación obvia. Pero el lograr entender porque tal vez no sea tan fácil.

ESPEJITOS DE COLOR NEGRO
Sé que suena a vieja culpar a la tecnología de las cosas, pero es verdad que acá cumple un rol primordial. Más que nada porque ahora cualquier dispositivo (celular, iPod, reproductor, etc) permite grabar o sacar fotos con una calidad más o menos aceptable.
Pero eso no es todo. Ya hay estudios que demuestran que hoy en día muchos de nosotros pasamos más tiempo mirando la pantalla del teléfono que la de la televisión.

Uno de los motivos principales es el acceso móvil que los aparatos nos dan a las redes sociales. Podemos compartir todo, todo el tiempo con todos nuestros contactos. Indicamos dónde estamos con Foursquare, lo mostramos en Facebook e Instagram y opinamos al respecto a través de Twitter. Todo eso está literalmente al alcance de la mano.

POSTEO, LUEGO EXISTO
Y cuando se trata de redes sociales, parece que todos somos mano larga. Argentina se caracteriza por ser uno de los países en los que Twitter y Facebook tuvieron mayor penetración -si, nos la metieron hasta el fondo- en todos los rangos de edad. Pasamos horas navegando e investigando vidas ajenas, “stalkeando” y riéndonos con la página que sueña ser el próximo “La Gente anda Diciendo” (aparecen más o menos dos por semana).
Por favor dejen de reversionar mi 
frasepara decir pelotudeces. 
                                Atte. Socrates
Pero eso no es todo. También compartimos cosas y eso probablemente sea lo más importante y delicado, porque así como nosotros vemos las vidas de otros, otros están viendo nuestras vidas a través de Facebook y eso nos preocupa.

Las redes sociales nos volvieron tal vez la generación más autoconsciente en la historia de la humanidad. Lo que mostramos son una pequeña ventana a nuestra vida y a través de ella queremos que todo se vea lo más perfecto posible. Por eso pasamos varios minutos buscando el filtro de Instagram exacto, seleccionando cuidadosamente los 140 caracteres que vamos a utilizar o pensando dos veces cómo nos haría ver el compartir un determinado link en Facebook.
Nos convertimos, en resumen, en los correctores editoriales de nuestra propia vida. Y lo interesante es que hay gente llamativamente buena en esto, tan buena que yo ya no puede diferenciar si la vida de muchos de mis contactos de Facebook es así de genial, o si en verdad son solo muy hábiles a la hora de elegir que postear y como postearlo.

FOTO FOTO FOTO FOTO

La conjunción de ambas cosas da como resultado el escenario del que hablaba al principio: un evento, muchos celulares/cámara. Y esto a veces da resultados tristes.
Si, el titulo de esta parte lo saque de
esta publicidad pedorra...
El año pasado llegó a la Argentina la exposición Obsesión Infinita, de la artista japonesa Yayoi Kusama. Esta muestra tuvo un éxito rotundo, con colas para entrar al museo MALBA que podían durar más de 4 horas. Yo tuve la oportunidad de ir, aunque dejé varias semanas, para que bajara un poco el caudal de gente. En ese periodo de espera decenas de conocidos míos que fueron subieron cientos de fotos de la muestra en Facebook, cosa que me llamó la atención, por eso lo recuerdo.

Cuando al fin fui, me sorprendió encontrarme con que las cosas estaban peor de lo que pensaba. En la muestra prácticamente no se podía dar un paso sin llevarse por delante a una persona sacándole una foto a algo. En un momento entramos a un cuarto dónde que la artista había llenado de peluches con lunares -tema central de la muestra- y había dispuesto unos espejos enfrentados, para dar la sensación de infinito. El cuarto era muy chico, por eso al entrar la guía nos avisó que solo íbamos a estar ahí durante 1 minuto, para que después pudiera pasar más gente. Con nosotros entró una pareja que pasó 55 segundos de ese minuto sacando fotos, casi sin pararse a admirar o a tratar de entender lo que pasaba a su alrededor. Parecía que más importante que vivirlo, era registrarlo y subirlo para mostrar a los demás que habían estado ahí.

CARPE... ¿DIEM?
Ese ejemplo, junto con el del recital, me hicieron pensar sobre nuestra forma de vivir las cosas. Las personas que nacimos de mediados de los 80s para acá creo que entendimos bien la idea de que la vida es para disfrutarla y aprovechar al máximo cada día.
Pero en el medio perdimos un poco la noción de la simpleza. Queremos estar en todos lados al mismo tiempo; pensando más en lo que vamos a hacer después que en lo que estamos haciendo en ese momento; sufrimos de FOMO - ya hablaremos de eso en otro post- y en el medio de ese desastre nos olvidamos de disfrutar las unidades más simples y básicas de la vida. Nos sobra Carpe Diem, pero nos falta Carpe Momentum.

¿Cual es la manera de recuperarlo? Disfrutar y ser consciente de lo que está pasando mientras está pasando, sin preocuparse por registrarlo en un intento por retenerlo para siempre. Después de todo, los recuerdos tiene la virtud de ponerse más lindos con el paso del tiempo.



FIRMA: Alcalde Goldie Wilson
                                                                                                                                      (me gusta ese título)

Admitilo: si no fuera por él no tendrías ni puta idea que 
significa Carpe Diem


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