La casa de hojas
No puede decirse que Mark Z. Danielewski sea un escritor famoso en nuestro país. Es probable que una de las principales razones de que esto suceda es que su novela debut, del año 2000, recién fue traducida al español trece años más tarde. No es que se trate de una obra poco atractiva, sino que por mucho tiempo se consideró muy difícil de presentar en otro idioma, dadas algunas características especiales que poseía, los elevados costos y las características del mercado editorial en español.
De padre cineasta y con una hermana cantante, este neoyorkino de 51 años estudió literatura inglesa en Yale y Cine en la Universidad del Sur de California. Dos antecedentes importantes para entender su primer libro, al que hice referencia en el párrafo anterior, y que hoy es el tema principal de este nuevo post de Expreso a Neptuno, me refiero a La Casa de Hojas (House of Leaves, 2000). En esta edición realizada en 2013 por Pálido Fuego y Alpha Decay, también se incluye como apéndice una novela epistolar que Danielewski público en el mismo año 2000, titulada The Whalestoe Letters, que está íntimamente relacionada con el argumento de La Casa de Hojas.
Es difícil definir o etiquetar a esta novela. Para simplificar se puede decir que se encuentra dentro del género Terror, pero basta con empezar a recorrer sus páginas para darse cuenta que es mucho más que eso. La historia, con muchas referencias meta, funciona en varios niveles. Por un lado tenemos a Johnny Truant, un tatuador de Los Ángeles, quien desde el prólogo nos cuenta que encontró un libro entre los restos del departamento de un extraño viejo recientemente fallecido (el enigmático Zampanó), y que se verá enfrascado en la labor de ordenar y edita dicho libro. Por el otro, se encuentra la reproducción de la obra encontrada por Johnny, cuyo nombre es El Expediente Navidson, que no es más que un ensayo acerca de una película underground realizada por un conocido fotógrafo (Will Navidson), sobre su vida hogareña en su nueva casa de Ash Tree Lane, un lugar que poco a poco irá revelándose como bastante inestable, al ir apareciendo en sus paredes, nuevos cuartos o extrañas puertas que llevan a pasillos interminables. De la vida de Will junto a su esposa Karen y sus dos hijos Chad y Daisy, y de las exploraciones que el fotógrafo realizó junto a un equipo de colaboradores y amigos, entre los que se encuentra su hermano mellizo Tom, en las entrañas de su propia casa versa esta parte. A su vez se citan innumerables obras e investigaciones científicas, así como otros ensayos y análisis referidos al mismo film, que pueden interpretarse como un intento del autor de burlarse un poco del sobre análisis académico de ciertas obras de la cultura pop.
Si bien el argumento no está exento de originalidad, lo que hace que esta obra se destaque definitivamente de la media es su particular estructura. Se utilizan diversas fuentes ya se trate de que el que escriba sea Truant, o Zampanó, o incluso Pelafina H. Lièvre (madre de Johnny y protagonista de The Whalestoe Letters). Por otra parte, se hace una utilización importante de los pie de página, sobre todo durante la reproducción de El Expediente Navidson, que no solo se aprovechan para citar fuentes, o agregar traducciones de algunas frases que aparecen en otros idiomas, sino que Truant usa para ir contándonos sus peculiares experiencias mientras encara su compleja obra de edición, y va descubriendo poco a poco su pasado. Estos últimos son realmente largos. Además, y por razones que el lector puede encontrar (o no) en el propio libro, la palabra casa siempre aparece en color azul, mientras que otras aparecen en rojo. Hay muchas páginas en las que prima el vacío, solo conteniendo uno o varios renglones, o unas pocas palabras, o formas obtenidas por la disposición de las palabras, generando sensaciones que complementan la lectura. Incluso hay fragmentos que deben leerse de atrás para adelante y otros solo siguiendo la primera letra de cada palabra. Esto implica un esfuerzo y compenetración adicional del lector, pero siempre está puesto en función a la trama. No se trata de un simple ejercicio de experimentación formal vacía.
La novela no solo entretiene, sino que atrapa, envuelve poco a poco al lector que cuando se quiere dar cuenta se reconoce totalmente cautivado por ella. Si bien por momentos puede causar miedo, lo que prima es la necesidad de entender que les está pasando a los protagonistas, de saber más. Se plantean muchos interrogantes que no siempre tienen una respuesta cerrada, y cuando la tienen, en la mayoría de los casos es muy sutil. La oscuridad tanto literal como metafórica está presente en cada página y es uno de los ejes fundamentales del libro, se encuentra en las entrañas de la casa y en cada uno de sus protagonistas que deben lidiar a su manera con sus propios traumas. Como ya mencioné anteriormente es una obra que demanda, que exige, que no está hecha para el lector pasivo. Borges fue una de las mayores influencias reconocidas por el autor (“Pierre Menard, autor del Quijote”, es un ejemplo), y su propio padre, cineasta experimental de las décadas del ’60 y ’70, de quien reconoce haber heredado su obsesión por el cine.
Para cerrar me gustaría destacar el valor de esta obra en la “lucha” por la supervivencia del libro en papel, dado que es imposible consumirla mediante eReaders, muy en boga en esta época (y de cuyas ventajas me confieso férreo defensor), o leerla en PDF a través de una computadora. Aunque vale aclarar que los libros de por sí llevan su enfrentamiento contra sus versiones digitales de mucha mejor manera que la música o las películas.
Por ser una novela que experimenta con las estructuras siempre al servicio de la trama, que tiene una narrativa que se nutre de fuentes clásicas y las combina de manera óptima, que logra mantener el intereses del lector durante sus más de setecientas páginas, y que además es una carta de amor al libro en papel es que tenes que leer La Casa de Hojas. Urgente. Ahora. Ya.
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