Harmony Clean Flat Responsive WordPress Blog Theme

Memoria del olvido

8:23 p.m. Mala Prensa 0 Comentarios Categoría : ,


Distraído. Se puede decir que así estuvo todo el viaje. No hubiese podido ir solo. Optó por la opción más común, que lo pase a buscar un chofer de la compañía. Dado que su voluntad no jugaba ningún papel a la hora de someterse al procedimiento, lo mínimo que podían hacer era llevarlo.

Bajó del auto nervioso. De golpe lo asaltaba la certeza de que lo que iban a hacerle estaba mal, que no se respetaban sus derechos. Le resultó gracioso que su mente se resistiera a esquemas sociales que venían desde antes de su nacimiento. Apenas traspuso esas altas puertas de vidrio del Centro de Reinserción Vital pensó en escapar, evitar las grandes ciudades, fingir. Pero sabía que dentro de unos años (meses quizá) nada de eso importaría. Al fin y al cabo todos pasaban por el procedimiento varias veces en su vida, y esta no era su primera (aunque siempre lo parecería) ni sería su última vez.

No dejaba de extrañar en forma anticipada todo lo que dejaba atrás. En un punto lo que debía hacer era muy parecido a la muerte, a dejar de ser, pensaba mientras se sumaba a la fila de pacientes de la cuarta década. Días atrás un integrante del Centro de Información lo había contactado para explicarle todo. La intervención seria sencilla, veloz, efectiva e indolora. A su término ellos se encargarían de ubicarlo donde corresponda de acuerdo a sus habilidades y conocimientos técnicos (de las pocas cosas que sobrevivirían al procedimiento).

No todo era malo, acudir por su cuenta en la fecha correspondiente (cosa que hacía el 90% de la gente) le daba derecho a revisar sus décadas anteriores, una especie de recuerdo antes del olvido definitivo. Por otra parte, sabía muy bien lo que le pasaba a los que se resistían, y no tenía ganas de ser un héroe y mucho menos un mártir. Quizá eso cambiase en su próxima década, aunque intuía que hay cosas que son difíciles de modificar.

A medida que se aproximaba a la puerta que separaba la sala de espera del consultorio los nervios crecían. Trató de pensar en otra cosa, de imaginar ser una persona distinta, nueva, alguien que pudiese tomar todas y cada una de las decisiones que afectasen su vida. ¿Quién sería? ¿Qué haría? Podía planificar un futuro mejor en unos minutos, pero sabía que sería inaccesible. Para la mayoría lo era.

Esa idea quedó flotando un rato en el aire, negándose a evaporarse. De pronto un pensamiento atravesó velozmente su cabeza. Algo enterrado queriendo salir, abriendo uno a uno los candados herrumbrosos, cerrados muchos años atrás. A los que disponían de grandes recursos económicos les estaba permitido gobernar y recordar. Esa certeza casi subliminal lo descompuso.

Ya solo tenía dos personas antes que él en la fila, que avanzaba a buen ritmo y sin pausa. En una fracción de segundo lo decidió: escaparía. Le era imposible seguir así, mientras sentía que todo lo que sabía sobre su realidad se desmoronaba. En lo que pareció un súbito ataque de histeria, emprendió una desesperada carrera hacia la salida. Estaba por alcanzarla cuando sintió esas pesadas manos que lo tomaban de los hombros. Un leve forcejeo y luego su mundo se volvió negro.

Despertó con un leve dolor de cabeza, en una ascética habitación de un color blanco inmaculado. No recordaba cómo había llegado allí o mejor dicho no recordaba casi nada. El intercomunicador que se encontraba sobre la pared en la cabecera de la cama de donde aun no se decidía a levantarse se activó y una voz femenina retumbó en la sala. Buen día Individuo 231, dijo la voz, bienvenido al inicio de su quinta década. Su rostro se ensombreció por una fracción de segundo, en una reacción casi imperceptible, para luego dar paso a una tímida pero convincente sonrisa.

0 comentarios