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Sobre la adultez

9:35 a.m. santi varde 0 Comentarios Categoría :


Mientras escribo esto estoy a punto de cumplir dos años viviendo en España. Hay miles de cosas que cambian cuando te mudas de un país a otro. Pero lo que más me impactó es el proceso de maduración que implicó para mí. Acá por primera vez en mi vida me encontré que todo lo tenía que hacer solo. Desde cosas bobas como coordinar una mudanza a otras no tanto, como descifrar las legislaciones impositivas españolas para poder hacer una declaración de impuestos.

Solo el hecho de vivir lejos de tu familia te cambia mucho las reglas del juego. Obvio, que sé si llegase a tener un problema puedo contar con ellos, pero para la vida diaria esa dependencia desaparece de una forma que no creo que hubiera pasado si viviera a media hora de bondi de mi casa paterna.

Entonces. Vine a otro país, resolví los temas de inmigración, conseguí trabajo, obra social, busqué casa, negocié un contrato, me mudé, aprendí a hacer mis impuestos, viajé solo a países donde no hablo el idioma y hasta aprendí a manejarme de taquito en aeropuertos de todo el mundo. Todo eso es lo que cambió para mí en dos años. Y lo raro es que, a pesar de todo ésto, sigo sin sentirme como un adulto. Pero lo loco es que, hablando con gente de mi edad, me doy cuenta de que estamos todos más o menos en la misma.

Esto me llevó a pensar cuál puede ser el problema. ¿Es una percepción nuestra? ¿O realmente somos una generación de Peter Panes que nunca creció?. O más jodido todavía ¿Cuál es realmente la definición de un adulto? ¿Cómo se lo describe?

El diccionario dice que adulto es “aquel que haya alcanzado su desarrollo pleno”. Para variar la RAE no ayuda. Pero, si mirás un poco más en internet, empezás a encontrar palabras clave que se repiten al hablar de la adultez: independencia (en el sentido económico y social), actividad laboral, responsabilidad, madurez e incluso paternidad. En otras palabras, uno no puede evitar ver en “adulto” una serie de características que describen más a tus padres que a vos mismo.

Y ahí llegamos al problema. Se sigue definiendo a la adultez en términos muy tradicionales, pero esta definición dejó de abarcar a nuestra generación. Los Millennials, como nos dicen en el barrio.

¿Por qué llegamos hasta esta situación? Hay sociólogos muy autorizados, que pueden darte una respuesta de un libro entero, con lenguaje académico, citas y todos esos adornos. Ahora, si me preguntas a mí algunos motivos, así rápido, se me ocurren


EMPECEMOS TIRANDO LA PELOTA AFUERA: CULPEMOS AL SISTEMA

Lo que siempre resulta más fácil es culpar a nuestros problemas a la sociedad.

Cómo dije arriba, muchos identifican al mundo adulto con la independencia en un sentido económico, es decir con la capacidad de asumir compromisos de un modelo de vida clásico: casa, coche, esposa, hijos, etc. En ese sentido, no es casual que los sectores más tradicionales achaquen la ausencia de esas cosas a una falta de “interés” de nuestra generación, ignorando que el contexto actual tiene mucho que ver.

Hace poco salió una nota en el periódico español ABC que hablaba sobre cómo la mayoría de personas de mi edad viven de alquiler “porque no quieren comprometerse a comprar una casa” (para los que no conocen la línea editorial del este diario, aclaro que representa la derecha monárquica y más tradicional de España). Por su puesto, en las redes sociales la gente no tardó en responder y todos decían lo mismo: no alquilamos por falta de compromiso, alquilamos porque comprar es imposible.

Este es un ejemplo de tantos que me fui encontrando en medios argentinos -léase Clarín o La Nación- y españoles. Hablan de “la moda de compartir casa”, “la moda de vivir en cajas de zapatos”, “la moda de no tener hijos hasta los 40”, como si muchas de esas cosas fueran decisión nuestra y no una consecuencia de la situación económica en la que estamos hoy en día.


"Debería haber una versión Milllennial del Monopoly, en el que das vueltas al tablero pagando alquiler, sin poder comprar nunca nada"
Lógicamente, ésto no siempre fue así. En la generación de entreguerras, la de nuestros abuelos, lo común era que el hombre trabajase y la mujer se quedase a ocuparse de la casa y de los chicos. Con un sueldo -el del hombre- alcanzaba para comprar casa, coche y mantener a una familia numerosa. Después vinieron los baby-boomers, la generación de nuestros padres, en la que las mujeres empezaron a trabajar en parte como resultado de una conquista social, pero también porque empezó a resultar necesario para parar la olla. Para los de la generación X, nuestros “primos mayores”, ya se convirtió en norma que para mantener una familia ambos miembros de la pareja tienen que deslomarse laburando, salvo raras excepciones, como los que cobran extremadamente bien o los que nacieron ricos.

En este contexto los Millennials estamos jodidos. Los primeros de nuestra generación- ahora les llaman Xenials, porque están entre los Millennials y los X- que ahora ya están por arriba de los 30 años, llegaron en algunos casos a entrar en la misma camada que los X. Hoy pueden vivir en su casa propia o porque recibieron algo de ayuda familiar o porque milagrosamente cumplieron las condiciones ridículas que les pidieron de un banco para conseguir un préstamo que terminarán de pagar, con suerte, a los 65 años.

Y la cosa no mejora. De hecho la tendencia es pasar de no poder comprar a ni siquiera poder irnos de casa de nuestros padres. Por eso en España la “moda” de compartir casa pasó de ser algo que hacían solo los estudiantes a algo que hace también la gente que lleva años trabajando. En Argentina compartir casa sigue siendo raro, pero cuando la gente se empiece a dar cuenta de que es la única forma de irse de lo de sus padres antes de los 40 años, es probable que empiece a hacerse más común.

Para, tengo otra pálida más. En España la entrada al mundo laboral se está retrasando cada vez más. ¿El motivo? No hay trabajo y entonces a los jóvenes que terminan la universidad se los incentiva a hacer un máster, porque al final en las estadísticas queda mejor decir que cientos de miles de jóvenes están “estudiando” en lugar de anotarlos como ”desempleados”. Esto genera un proceso de inflación académica- los títulos cada vez valen menos- y un desfase en la educación, ya que muchos estudian másters que están pensados para gente con experiencia laboral previa.


A esto sumemosle que la capacitación de poco sirve en el mundo real. Después de la crisis en España se implementó algo nefasto que llamaron “flexibilización laboral”, un sistema que Argentina está empezando a exportar y que básicamente permite a las empresas contratar gente en condiciones que hace años se consideraban inaceptables. Así es como un chico termina empezando a trabajar en una oficina a los 24 o 25 años, sabiendo que va a pasarse los primeros años cobrando menos de 600 euros (unos 12 mil pesos). Es decir que con suerte, para cuando tenga 30 años va a estar cobrando un sueldo más o menos decente que le permita mantenerse.

¿Hay alternativas? Si, siempre está el trabajo no calificado, que de base muchas veces ofrece un sueldo mayor. El resultado de esto se puede ver, una vez más, en los diarios. Especialmente en un artículo de El País, en el que dicen de forma alarmista que España va camino a convertirse en “un país de camareros”. Esto último como argentino me sonaba un poco lejano, hasta que leí sobre el gran acuerdo que nuestro gobierno actual hizo para generar puestos de trabajo… en McDonalds.

Es claro que el sistema no ayuda a que nos independicemos y los “realicemos de forma plena” como adultos. Sin embargo, no podemos decir que sea el único culpable. Nosotros como generación también tenemos nuestros temitas.


UNA GENERACIÓN “MUY ESPECIAL”

La realidad es que, a riesgo de generalizar, somos una generación que tiende a estirar los tiempos de maduración. Es una mierda no poder irse a vivir solo, pero también es cómodo que nuestros viejos se encarguen de todo. La vida en pareja esta bien, pero no le vemos mucho sentido a casarnos. Tengo unos ahorros, pero mejor antes de empezar una familia ¿por qué no meter un viaje de un mes y pico por el mundo?


"Decidí que no quiero ser más un adulto... si alguien me necesite voy a estar en mi fuerte de almohadones, pintado"
Ojo, muchas de estas cosas no están mal. Son simplemente planes de vida diferentes a los que tenían nuestros padres y abuelos. El problema está en nuestra actitud con la que hacemos frente a las exigencias del mundo adulto. Somos más demandantes, pedantes y cómodos (algo achanchados) que otras generaciones. Creemos que merecemos algo mejor de lo que tenemos y de lo que tienen nuestros padres. Y seguimos pensando que tarde o temprano alguien se va a dar cuenta de nuestro enorme potencial y nos va a ayudar a conseguirlo. Una vez más, esto no es nada absoluto, pero es imposible negar que existe. Al que no le guste, puede putearme en la sección de comentarios todo lo que quiera, pero no por eso va a dejar de ser menos cierto.

Siempre consideré que mucho de esto viene de nuestra crianza. A los Millennials nos inculcaron que todos somos “únicos” y eso es verdad. El tema es que en el medio hubo una confusión semántica grave y empezamos a pensar que “único” era sinónimo de “especial” y se nos subió un poquito el ego a la cabeza. Al final, ninguna piedra es igual a otra, pero eso no convierte por transición a todas las piedras del mundo en algo valioso. ¿No?

A eso ponele arriba la noción de “meritocracia”, muy presente durante nuestra educación primaria y secundaria. Es la mentira de que el esfuerzo por sí mismo ya vale algo, cuando sabemos que la vida es como el fútbol: lo único que importa son los resultados. La boludez clásica de libro de auto-ayuda de “querer es poder” y la fuerza de voluntad pasa por alto que las cosas son bastante más complicadas que eso.



Así que la gran cagada es que muchos Millennials compraron el cuento del “Hollywood ending”, del final feliz que a todos les va a terminar llegando. Eso tal vez sea una de las cosas que más inmoviliza. A nivel inconsciente empezás a querer una casa, un trabajo, un amor, una vida como en las películas, estando inseguros de muchas cosas porque no se termina de corresponder con la visión idealizada que tenemos de las cosas. Pensando de esa forma, no hay quién madure, ni quien tome iniciativa. Esas ideas nos enlentecen, nos hacen más pasivos.

Otro factor importante , y acá me incluyo, es que muchos estamos algo desorientados y si no sabés exactamente donde estás yendo, avanzar de forma decidida se vuelve un poco difícil.

Toda esta actitud hacia la vida choca de frente con lo que es el contexto actual en el que vivimos, que exige manejar las cosas de forma bastante diferente. Y con esta mirada completamente distorsionada, es que nos paramos frente al espejo de la adultez, que está representado por los modelos de adulto con los que crecimos.


LOS MODELOS CON LOS QUE CRECÍ

Acá dejo de hablar de forma general y empiezo a hablar a título personal, porque los modelos cambian demasiado de una persona a otra como para andar generalizando. En mi caso los más obvios fueron mis viejos, aunque también hay mucho de mis abuelos y de mi hermano mayor, uno de esos Xenials de los que hablaba al principio, los que se salvaron raspando del guadañazo económico-generacional.

Dicen que de chico tenés una figura idealizada de tus padres, como gente que lo sabe todo y lo puede hacer todo. En teoría, parte del proceso de maduración adolescente consiste en rebelarte contra ellos, porque es el momento en el que te das cuenta de que son personas que no tienen todas las respuestas y cometen errores como el resto de los mortales.

Ahora, a poco de cumplir los 30 años y sin sentirme un adulto, no puedo evitar comprarme y pensar donde estaban ellos a mi edad.  Mis padres a los 29 años llevaban cinco años casados; tenían dos hijos de 3 y 1 año y ya pensaban en el tercero; mi viejo tenía más de un laburo; mi vieja trabajaba medio día y cuando hacía falta metía guardias de 24 hs en el hospital; entre los dos mantenían una familia de cuatro y además estaban pagando un departamento en plena época de hiperinflación alfonsinista (y aún así tenían la suficiente perspectiva para ya darse cuenta de que Menem no iba a ser la solución a ningún problema).


De que hablamos cuando hablamos de "hiperinflación"
De grande me di cuenta que la mayoría de los adultos no tienen mucha idea de lo que están haciendo, sino que lo inventan sobre la marcha. Mis viejos probablemente no fueron la excepción. Entonces, si hacían todo lo que comenté arriba estando tan perdidos como yo, es difícil no volver a idealizarlos. Más teniendo en cuenta que yo apenas puedo manejar mi vida y no tengo ni la mitad de los quilombos y las responsabilidades que tenían ellos a mi edad.

En el caso de mi hermano, que apenas me lleva dos años, podríamos decir que decisiones diferentes llevaron a vidas muy diferentes. Para empezar, el tuvo la suerte de conocer a la mujer de su vida a los 16 años, algo que pasa poco hoy en día. Después fue capaz de consolidar la pareja a lo largo de los años, algo que también pasa poco hoy en día. Por último, eligió estudiar una carrera segura y bien remunerada, en lugar de meterse en una profesión como publicidad, que cada año está más cerca de pasar de ser “mal pagada” a ser abiertamente precarizada. Todo esto le dio la base para un modelo de vida parecido al de nuestros viejos.

Los dos crecimos en la misma casa, en los mismos años, con los mismos modelos de rol adulto. Las decisiones que fuimos tomando nos llevaron a lugares completamente diferentes y los dos somos independientes y estamos contentos (cálculo). Pero de alguna forma él parece “más adulto” que yo. ¿Por qué? Porque su forma de vida es más cercana a la idea tradicional de lo que es ser un adulto: casa propia, coche, trabajo estable, una genia como pareja y dos hermosísimos hijos.





Al final, tal vez todo se reduce a lo que decía al principio. La definición de lo que es ser un adulto quedó anacrónica para las miles de formas diferentes que hay para vivir la vida hoy en día. El problema es que el modelo tradicional sigue siendo el que más pesa y de los medios nos siguen bombardeando con ese estereotipo de adulto, de la misma forma que nos bombardean para decirnos que una bebida es mejor que otra, que un político es peor que otro o que una mina flaca y de 1,80 es más linda que una de de 1,60 con buenas caderas.

Quieras o no, algo de todo eso se te cuela en la cabeza y terminas dudando de algunas cosas. Y es así como terminas haciéndote preguntas como ¿Por qué esto por cumplir 30 años y todavía no me siento un adulto?




Firma: Alcalde Goldie Wilson
(Talkin' 'bout my generation)  



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