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Dios Ha Muerto Parte IX: El Último Gran Golpe

1:39 p.m. santi varde 0 Comentarios Categoría : , ,



Una tarde de 2010, alguien tocó la puerta del estudio newyorkino The Magic Shop. Al abrir la puerta se encontraron un señor de pelo blanco y lentes: era Tony Visconti.  Con permiso de los dueños, el productor entró a los estudios, sacó varias fotos con el celular e hizo unas cuantas preguntas técnicas. Terminando la visita, pidió por favor que no le dijesen a nadie que había estado allí y que, si todo iba bien, pocos días después se enterarían por qué tanto misterio.

Unas semanas después todos en el lugar se quedaron helados cuando Visconti volvió acompañado por David Bowie. El músico había decidido salir de su retiro musical y había elegido The Magic Shop para registrar su primer material nuevo en una década. Pero esa no era todo, en la época de los rumores constantes que circulan en internet, las cámaras de fotos en cualquier dispositivo y la cultura del “leak” en la que todo se termina filtrando –desde discos no editados hasta secretos de gobierno- Bowie había decidido que iba a mantener todo en absoluto secreto hasta que el disco estuviese listo. E increíblemente terminaría lográndolo.

El proceso de grabación sería lento y cuidadoso. Se exigió que durante las sesiones hubiese solo el personal mínimo e indispensable en el estudio y absolutamente todos –tanto ingenieros, cómo músicos y productores- fueron obligados a firmar un contrato legal, comprometiéndose a no revelar absolutamente nada del proyecto. Incluso gran parte de la discográfica Columbia no sabría nada de lo que estaba sucediendo hasta pocas semanas antes del lanzamiento del disco.

El registro se extendería durante casi dos años, intercalando semanas de intensas sesiones con meses en los que Bowie se retiraba en solitario con la música, para analizarla y decidir si era necesario cambiar algo o no.

Para la grabación volvería a trabajar con los colaboradores de su última época, cómo el guitarrista Earl Slick y la bajista Gail Ann Dorsey. También convocó a Robert Fripp, que tuvo que rechazar la invitación por temas de agenda y encima estuvo a punto de echar a perder el secreto al postear en su página oficial de Facebook que había sido invitado a tocar en el nuevo disco de David Bowie. Milagrosamente, llegaron a pedirle que lo borrase antes de que alguien se hiciese eco del asunto.

Bowie y Visconti durante la grabación secreta en The Magic Shop
Finalmente el 8 de enero de 2013, el día de su cumpleaños número 66, Bowie dio el gran golpe. Sin hacer una gran campaña de lanzamiento ni mucho menos, subió a su página web y compartió en sus redes sociales el videoclip de una nueva canción, junto con la portada del disco y el anuncio de que en Marzo saldría al mercado el LP. En pocas horas el anuncio y el video –subido humildemente a Vimeo- se habían viralizado a nivel global.

El disco, llamado The Next Day, tenía una tapa más que sugerente: era la portada de Heroes, con un recuadro blanco sobre la imagen, lo que parecía transmitir la idea de querer romper con el pasado. Esto se contradecía un poco con el single adelanto, Where are we now? Una balada nostálgica, con una letra introspectiva y un sonido que recuerda al Bowie de fines de los 90s. La canción, puesta inmediatamente en venta a través de iTunes, no tardaría en trepar en los rankings mundiales.

Casi dos meses después aparecería el siguiente adelanto, The Stars (Are Out Tonight), esta vez estrenado en su canal oficial de You Tube. El video clip que lo acompañó -pensando como una suerte de corto al estilo de sus videos de los 80s- encontraba a Bowie y a la actriz Tilda Swinton interpretando a una pareja suburbana, cuya aburrida vida diaria se ve interrumpida por la aparición de sus nuevos vecinos y dos mujeres pseudo-demoníacas que representan la tentación, corporizadas como una proyección de sus yo más jóvenes. En el video se pueden ver numerosas referencias estéticas al pasado de Bowie, especialmente en el vestuario de los personajes, recorriendo las épocas de Young Americans, The Thin White Duke y Thomas Jerome Newton (su personaje en The Man Who Fell To Earth, utilizado también en la portada de Low).

La canción, decididamente más rockera que el anterior simple, guardaba cierto dialogo de estilo con sus composiciones más directas de su época de Berlín, particularmente con el disco Lodger.

Dos semanas después salió al mercado The Next Day y pronto alcanzó el top five de ventas de más de treinta países. La estrategia de anti-marketing que se había manejado para el lanzamiento del disco había sido más que exitosa.

A los dos primeros singles le seguiría en mayo la homónima The Next Day, que a pesar de su energía y su estribillo rompedor sería recordada principalmente por su polémico video, que se desarrolla en un cabaret repleto de curas y obispos, en el que Bowie termina posando como Cristo junto a un cura arrepentido (Gary Oldman) y una de las prostitutas del lugar (Marion Cotillard).  El disco también tendría lugar para baladas épicas en clave Scary Monsters…, cómo Valentine’s Day o Love is Lost y para rocks más densos que recordaban a su última colaboración con Brian Eno en I’d Rather Be High.

La polémica imagen final del videoclip The Next Day
Las críticas de su regreso serían positivas, señalando que se trataba un disco a la altura de sus trabajos anteriores y con una energía que parecía estar intacta a pesar de haber estado diez años ausente. Lejos de ser algo rompedor, The Next Day fue más bien disco que inevitablemente llevaba a su pasado, cómo si Bowie hubiese finalmente logrado –más de 25 años después- aquella síntesis de estilos que prometía en las épocas del fallido Never Let Me Down.

Su nuevo trabajo dio pie a rumores de una posible gira de presentación, algo que todos los fans del mundo esperaban ansiosos desde hacía años. Pero a pesar de que los rumores se renovaban prácticamente todos los meses, cada vez que su promotor John Giddins sacaba el asunto Bowie respondía con un rotundo no. Para rematarla, ese mismo año declaró que no iba a dar más entrevistas a ningún medio. Parecía que se acercaba otra virtual desaparición de la vida pública.

Durante los siguientes años, volvería a vérselo poco. En 2013 participaría en la canción Reflektor del grupo indie Arcade Fire y protagonizaría un comercial para un perfume de Louis Vuitton. Al año siguiente subiría al escenario para recibir un premio en los Brit Awards y se lanzaría al mercado el compilado de rarezas y versiones alternativas Nothing Has Changed, que tendría la particularidad de incluir una nueva canción llamada Sue (Or In A SeasonOf Crime), de un sonido más oscuro y diferente a lo que había sido The Next Day.
A comienzos de 2015 David Bowie comenzó la grabación de un nuevo disco, una vez más en el estudio The Magic Shop y una vez más en absoluto secreto. Pero para el nuevo álbum volvería a tomar, fiel a su costumbre, una dirección totalmente diferente.

En primer lugar, convocaría al saxofonista de jazz Donny Mclasin y a su banda, a quienes había conocido en un club de New York unos meses antes. Con Visconti una vez más en la producción, se lanzaría a registrar durante los siguientes seis meses un disco que juntaría influencias de art rock, rock industrial, rock experimental, jazz experimental y hasta hip hop experimental con músicos como Kendrick Lamar y Death Grips cómo influencias. Cómo en las épocas de Ziggy Stardust o de Tin Machine, el músico volvía a mirar alrededor suyo justo antes de intentar dar un paso más allá.

Poster del musical Lazarus
Durante ese año también trascendería su participación en la composición de un musical off Broadway junto a la escritora Edna Walsh. La idea fue pensada cómo una secuela de The Man Who Fell To Earth y llevó el nombre de Lazarus. El show fue protagonizado por Michael C. “Dexter” Hall y fue estrenado a fines de Noviembre de 2015 en New York, con todas las funciones agotadas.

Sin embargo, la primer probada de lo que Bowie estaba cocinando en el estudio llegó unos días antes, cuando en la presentación del show de televisión The Last Panthers se pudieron escuchar unos cuantos segundos de una oscurísima y atrayente canción.

Poco tiempo después apareció en su canal de You Tube la versión completa de Blackstar y el mundo quedó con la boca abierta. La nueva canción de Bowie duraba exactamente diez minutos y sonaba como si alguien hubiese agarrado al krautrock, reemplazado todas las maquinas por músicos de carne y hueso sacados de las sesiones de Bitches Brew de Miles Davis y los hubiese puesto a tocar una canción escrita a ocho manos entre John Lennon, Angelo Badalamenti y los dos tipos de Boards of Canada  En resumen, sonaba como algo que nunca se había escuchado antes.

El videoclip que lo acompañó estuve en perfecta sintonía con la música. Era un corto surrealista en el que una extraña mujer con cola encuentra los restos de un astronauta muerto, casi como si 50 años después Bowie nos quisiera mostrar el destino final de su célebre Major Tom, a quién había mencionado varias veces a lo largo de su discografía. En el medio del video, habría espacio para que el músico exhibiese su implacable carisma, cantando y bailándole a la cámara dentro de un ático.

Un mes después vería la luz el segundo single, Lazarus, la única composición del musical que Bowie registraría también en su nuevo álbum. La canción era de una oscuridad y un tono parecido a Blackstar, aunque recordaba un poco más a otros temas del músico como Slip Away del álbum Heathen. Sin embargo, era suficiente para dejar en claro algo: el disco que estaba a punto de salir iba a tener un sonido totalmente nuevo. Y una vez más, el video sería tan enigmático cómo la música. Bowie volvería a aparecer –igual que en Blackstar- con una tela en el rostro, con botones en lugar de ojos. Pero esta vez se lo vería en su lecho de muerte, mientras otro Bowie vestido de forma que recuerda al Duque Blanco de Station To Station, aparece de dentro de un armario.

Una de las últimas fotos de Bowie, tomada días antes de su muerte

Finalmente, el 8 de Enero del 2016 salió a la venta Blackstar, una fecha pensada especialmente para coincidir con el cumpleaños número 69 de Bowie. A las canciones ya adelantadas se sumaron las ya conocidas Sue (Or In A Season Of Crime) y Tis A Pity She Was A Whore (que había aparecido entre los lados B de The Next Day) dos temas que ya habían anticipado el estilo del disco y que fueron re-grabadas con los músicos de jazz para terminar de unirlas al sonido total del álbum.

Completarían la lista Girl Loves Me -probablemente la canción en la que más se nota la influencia del hip hop-  la melancólica balada Dollar Days y el cierre con sugerente título I Can’t Give Everything Away, en la que el músico nos deja con la idea de que tiene las llaves a más secretos todavía, pero que no piensa revelarlos.

La respuesta a Blackstar fue unánime, tanto del público como de la crítica. Bowie había vuelto a patear el tablero como en los viejos tiempos, lanzando un disco con un estilo y un sonido completamente novedoso, que rompía los esquemas y las etiquetas. Por más que especialistas tratasen de ponerle un nombre, solo se podían quedar en adjetivos cómo “raro”, “extraordinario”, “críptico” e incluso “extremo”. El músico había vuelto a mostrar su atributo más famoso, la capacidad de darle la espalda a lo que todo el mundo espera y salir con algo inpensado, para ponerse nuevamente a la vanguardia de la música. Pero por desgracia, tenía una sorpresa más bajo la manga.

La madrugada del domingo 10 de enero 2016, nuevamente sin mayor ceremonia, apareció un comunicado en Facebook informando que David Bowie acababa de fallecer, víctima de un cáncer de hígado que le había sido diagnosticado 18 meses antes. El golpe a nivel mundial se sintió de inmediato y para muchos –incluidos varios de sus colaboradores más cercanos- fue una completa sorpresa. Si bien habían existido rumores sobre su estado de salud, nunca habían sido confirmados ni desmentidos del todo y ciertamente nadie pensó que pudiera ser así de grave.

Quién escribe visitando uno de los santuarios de Bowie
Ese mismo lunes se sucedieron notas hablando del tema, mensajes de otros artistas en redes sociales y homenajes a través de todo internet, recordando todas las facetas de su carrera. En pocas horas, ya habían aparecido varios santuarios en diferentes partes del mundo, donde los fans iban a dejar flores y notas de cariño, cómo su estrella en el Hollywood Walk of Fame, la puerta del edifico en la que vivió con Iggy Pop en Berlín, su hogar en New York y el mural pintado por el graffitero Jimmy C justo frente a la estación de subte de Brixton, el barrio londinense donde nació Bowie. Esa misma noche miles de fans se dieron cita en la puerta de su casa de forma espontánea y le rindieron homenaje cantando sus canciones toda la noche.

Su muerte, cómo suele pasar en estos casos, tuvo un impacto directo en la venta de sus discos. Blackstar se catapultó a los primeros puestos de varios países, dándole a Bowie el primer top 1 de su carrera en Estados Unidos. También ingresaron en el ranking Aladdin Sane, Hunky Dory, Let’s Dance, Low, Ziggy Stardust y The Next Day. En pocos días rompió el record del artista con más álbumes en el ranking de forma simultánea, con un total de 21 trabajos diferentes.  El compilado Best Of Bowie subió a la cima del ranking de UK, dejando a Blackstar en el segundo puesto; más tarde igualaría el record de Elvis Presley al tener 12 discos de forma simultánea en el top 40 del Reino Unido.

Poco después de la muerte de Bowie Tony Visconti confesó que el último trabajo del músico había sido planificado y pensado como su reverencia final, su último gran golpe antes de dejar el mundo. Esto dio a luz nuevas interpretaciones respecto a Blackstar, sus letras y sus enigmáticos videos. El blanco de la mayor parte fue, por su puesto, Lazarus, cuyas múltiples referencias a la muerte –algo que en un inicio tenía sentido si lo asociamos al personaje bíblico- ahora cobraban un nuevo sentido. Desde la frase inicial de la que cientos de medios se hicieron eco (Mira aquí arriba, estoy en el cielo/tengo cicatrices que no se pueden ver) hasta las sugerentes imágenes del video, con Bowie en su lecho de muerte, vestido de negro mientras se encierra en un armario o incluso escribiendo con una calavera a su lado.


Lo que se analizó detalladamente también fue el título del disco. Por un lado estaban quienes no dejaron de señalar que “estrella negra” es un término que a veces se utiliza para denominar a las lesiones cancerígenas. Mientras tanto, otros observaron que también se denomina así a uno de los últimos estadios por los que pasan las estrellas antes de colapsar y desaparecer por completo. Esta última interpretación parece calzar a la perfección como cierre de la carrera de un artista que pareció haber llegado del espacio exterior.

Durante los siguientes meses del 2016 se sucedieron más tributos al músico, cómo le hecho por su banda junto a la cantante Lorde en los Brit Icon Awards, el pastiche de Lady Gaga en la última entrega de los Grammy y el concierto tributo que organizó Tony Visconti en el Carnegie Hall de New York, donde participaron músicos como Pixies, Cat Power, Anne Wilson, Debbie Harry, Michael Stripe, J Mascis, The Flaming Lips, Robyn Hitchcock y Jakob Dylan entre otros. Los homenajes siguieron viniendo, de todo tipo de artistas y personas, sin importar la disciplina, el país, el ámbito ni la época.

Eso es lo que mejor describe a un artista como David Bowie, la posibilidad de impactar en la vida de millones de personas, ya sean cineastas californianos mundialmente reconocidos, chicas de New York que deciden ser estrellas pop autofabricadas o jóvenes argentinos que se pasan nueve meses escribiendo sobre él en un blog que muy poca gente lee.

A la izquierda, el tatuaje que se hizo la careta de Lady Gaga.
A la derecha, el de un servidor
 
Como dije al comienzo, su muerte fue un giro inesperado, como lo fue todo en su carrera. No solo porque mantuvo su enfermedad en secreto, sino por el simple hecho de que había logrado convencer a muchos de que nunca iba a morirse. Y probablemente nunca lo haga. Seguirá vivo en su legado, que invade la música, el cine, el arte, la moda y muchos más espacios de los que somos capaces de imaginar o abarcar en un simple repaso de su carrera, sin importar cuantas palabras la dediquemos.

Tal vez esa siga siendo la palabra. Inabarcable.    

FIRMA: Santiago Vardé
 ("...and I'm never gonna let you die")

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